De niña me acuerdo de mi hermana como se deramaba en lágrimas mientras escuchaba cantos en la radio. Me acuerdo que dentro de mi existía un anhelo por sentir lo mismo que ella sentia al adorar a Dios. Como su hermana menor que quería ser como ella me arrodillaba al lado y la imitaba. Recuerdo claramente cada mañana los domingos cuando mamá nos levantaba para ir a la iglesia. Ocho años después miro a mis hermanitas leer su biblia, a mi hermano incado al iniciar su mañana. A mi familia esforzándose por tener una relación con Dios y me lleno de gozo. No tuvimos mucho pero teníamos mas de lo que necesitábamos, una mamá que nos jalaba de las orejas si nos negábamos a acompañarla a la iglesia. Y a un padre celestial que nos cuidó todo estos años. Por mucho tiempo no entendía que las circunstancias que pasamos nos empujaron a buscar más a Dios . Ahora cada obstáculo que vivimos es una foto de gracia en mi álbum favorito. Al recordar su fidelidad y misericordia no puedo contener las lagrimas que fluyen. Como un Dios tan bueno y perfecto escoge amarnos tanto así. Aun conociendo cada falla no deja de perseguirnos y pelear por nosotros. Tal como Dios se mueve en mi familia puedo ver su mano en otras familias, y todo comienza por el clamor de una mamá, una abuela, un abuelo, un papá o de un hijo e hija. Un bosque de árboles de mostaza que fueron creados por una semilla pequeña de una oración con fé. No dejes de creer, no dejes de adorar que tu bosque ya viene en camino. Aún cuando todo aparezca en pausa Dios sigue obrando, trabajando a tu favor. Para cada madre leyendo esto les doy las gracias por el ejemplo de su fé. ¡Feliz día de las madres!